
The Sounds (SWE)
Más de diez años de carrera. Tres álbumes editados (todos aclamados por la prensa especializada) y un cuarto en camino. Más de mil conciertos en 25 países. A esta altura, no es ningún secreto que, cuando se trata de rock descarado, arrogante y desenfrenado, los suecos de The Sounds son el estándar de oro. Aunque han evolucionado notablemente desde su elogiado debut discográfico de 2002, "Living in America", el quinteto con sede en Malmö se ha mantenido fiel a su alma New Wave, ofreciendo siempre esa mezcla perfecta de desfachatez y agudeza, de lo antiguo y lo nuevo, de lo eléctrico y lo electrónico.
Hoy The Sounds
está a punto de lanzar su cuarto álbum de estudio, "Something To Die
For", íntegramente producido por ellos mismos. "Hemos crecido mucho
juntos y sabemos exactamente lo que queremos" dice Félix Rodriguez,
guitarrista, compositor y miembro fundador de la banda. "Entonces,
¿por qué contratar a otras personas? Esta es la primera vez que hemos
producido un álbum nosotros mismos y fue una experiencia increíble.
Somos los que mejor nos conocemos."
Mientras que los últimos dos discos de The Sounds
"“"Dying To Say This To You" (2006) y "Crossing The Rubicon" (2009)-
fueron grabados con un puñado de talentosos productores (incluyendo a
Jeff Saltzman, Mark Saunders, James Iha y Adam Schlesinger), "Something
To Die For" es ciento por ciento The Sounds. No sólo produjeron
el álbum ellos mismos, sino que lo compusieron y grabaron en su propio
estudio de grabación durante gran parte del 2010. "Hizo falta
disciplina," explica Maja Ivarsoon, la rubia vampiresa al frente de las
vocales del grupo, "pero el sonido que logramos es exactamente el que
veníamos buscando y nunca habíamos encontrado en otros estudios".
Desde
su formación, allá por 1998, la banda siempre mostró un saludable
respecto por los sintetizadores y los beats, sentimiento que se acentúa
fuertemente a lo largo de "Something To Die For", aunque nunca dejan de
lado su costado más rockero. Es precisamente en la canción "Something To
Die For" -la canción que da nombre al disco- donde podemos encontrar el
balance exacto de ambos mundos, con atmósferas a lo Jarré que terminan
por transformarse en una colisión de guitarras al rojo vivo con helados
acordes de sintetizador.